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Plesiosaurio 5

Plesioraurio, primera revista de ficción breve peruana llega a su quinto número. La revista tiene una versión impresa y también una digital, que puede consultarse en http://www.mediafire.com/view/?b3sgbeuan42b54n
Para los otros números de la revista, buscar en http://revistaplesiosaurio.blogspot.com/

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Minificciones de Hugo López Araiza Bravo

Hugo López Araiza Bravo (México)

Nació en la Ciudad de México, de la que ha salido un montón de veces, pero en la que se ha quedado. Le iba bien en la escuela, pero siempre tuvo problemas por leer en clase. Publicó su primer cuento a los nueve años (dizque) y ha publicado constantemente desde el 2006 en la revista-club La Pluma del Ganso. También ha sido cómplice de las revistas Migala e Iboga. Fue víctima sobreviviente del 4º Virtuality Literario Caza de Letras 2010, de donde salió con un primer libro, Infinitas cosas, y el mote de “insultantemente joven”. Resultó también ganador del Concurso de Antología de Microcuentos convocado por la Universidad Iberoamericana de León, del X Concurso de Cuento Letras Muertas, convocado por la UNAM con motivo de la Megaofrenda 2009 y del 43 Concurso Punto de Partida, en el rubro de traducción literaria. Hace tiempo que descubrió Ficticia y sigue perdido entre sus calles.

Cinceladas
Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero la piedra se agrietó. El ángel extendió sus alas, se sacudió los guijarros y emprendió el vuelo sin más.
–No te preocupes –lo consoló el maestro escultor–, a todos se nos escapa el primero.

Sombrero de doble copa
El mago metió la mano en el sombrero para realizar su acto final. Pero no logró sacarla. Una fuerza descomunal tiró de él hasta succionarlo por completo. Del otro lado, un público de conejos aplaudió su aparición.
 

Suma de vectores
A fuerza de pataletas logró que le compraran todos los globos. Quería volar con ellos. El vendedor se los extendió amablemente. Cuando cambiaron de manos aplastaron a la niña. Y el globero flotó, flotó hasta perderse de vista.
 
 
 
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Redmini: Antologías X

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Minificciones de Adriana Azucena Rodríguez


Adriana Azucena Rodríguez (México)



Es doctora en Literatura Hispánica por el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México. Ha impartido clases en la UNAM, en la Universidad Autónoma de Chiapas y actualmente es profesora investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Publicó La verdad sobre mis ami­gos imaginarios, editorial Terracota, en el año 2008. Como resultado de sus actividades de investigación, ha publicado varios artículos, reseñas y notas.

 

Romance

La aldeana parió dos hijos el mismo día desventurado. Su suegra le hizo juicio de adulterio. La nuera alegó: “No só culpable, que yací con mi señor marido dos vezes en una misma noche.” El tercer hijo dio en ser morenico a los pocos meses de nascido. La suegra volvió a protestar y la aldeana a atestiguar: “Que la nodriza morena es, e su leche le oscureció”. La suegra quedó conforme, ca ella alimentó al su hijo con leche de cabra e, ya marido, tornóse cabrón.

 

Apenas...

Inspirada por tu recuerdo, decidí olvidarme de lo físico y entregarme al pensamiento y la poesía: até mi cabello con un hilo de tu voz, puse tus palabras en agua para que no se me marchitaran y las llevé conmigo a la biblioteca. Justo antes de empezar, encendí una lamparita con el brillo de tus ojos y la puse en el escritorio.

El agua comienza a anegarse; mi cabello, rizado y, como recordarás, bastante rebelde, se esparce al viento ajeno a mi voluntad, no he pagado la luz y el tenue brillo de la lámpara no logra vencer mi añejo problema de astigmatismo. Debo también la renta y otros gastos del mes. Apenas me quedan algunas de tus valiosas aportaciones al pensamiento actual —no tenías ojos de esmeralda ni perlas en la sonrisa: tu posmodernidad no lo permitía.

 

Desfiguros

El pequeño oxímoron entró en la adolescencia: decía una cosa y al instante se contradecía, su madre lo miraba preocupadísima, no fuera a terminar hecho una antítesis (estaba muy susceptible a los cambios desde que a la ironía le había dado por volverse sarcasmo). Hasta que un día al despertar, oxímoron se dio cuenta de que sus pies se salían de la cama. No podía creerlo: ¡se había convertido en una paradoja!

 

 


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Redmini: Novedades en teoría

- AA.VV. Short Story Theories: A Twenty-First-Century Perspective. Amsterdam/New York, Rodopi, 2012.
- El Libro de Oro del TCQ. 2007-2011, con nota preliminar a cargo de Lauro Zavala.
 Portada e índice en: http://www.redmini.net/?p=1441
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Minificciones de Jorge Jaramillo Villarruel

[soldier+00.jpg]Jorge Jaramillo Villarruel (México) http://theconcreteunderground.blogspot.mx/#!/

Nació en Ciudad de México en 1980 y piensa que escribir sobre sí mismo en tercera persona, es una forma de perversión (es freudiano). Ha publicado cuentos, crónicas y ensayos en las revistas El Búho y Embogazine, en el periódico Expreso de Sonora (donde fue finalista del Rodeo de Palabras 2007), en las revistas electrónicas Narrativas y transeuntes, y en la página de fantasía y ciencia ficción Axxón. Colaboró en la Antología mexicana del zombie, y en el Homenaje a Lovecraft, ambos editados por El Under. Fue segundo lugar en el XIV Concurso Internacional de Cuento Navideño, Súbito, Breve y Electrónico (2011) de editorial Ficticia. Vive irremediablemente enamorado de Elena Garro y su obra. Y de Eve Gil. Y de la leyenda de Rimbaud.

Un fantasma eléctrico
En una calle del centro, llena de basura, humana y de plástico, me hallé a un fantasma. Delgado, eléctrico y centellante, tenía la cabellera alborotada y los ojos hundidos sobre el cráneo transparente. Portaba descuidadamente una camiseta de algodón blanca con la leyenda: ITarahumara, y sus zapatos estaban sucios. Le pregunté que venía a hacer a México.
—Me han expulsado de todas partes —dijo—. Ahora estoy aquí en busca de mi esperanza, ¿las has visto?
Fue para A. Artaud
Perros
En la ciudad vivían siete perros. Algunas tardes andaban juntos olisqueando la basura, y algunas noches lloraban solitarios al cielo. Tras los bombardeos, los perros caminaban en grupo todo el tiempo, mirando el camino que los sacaría de ahí. Uno de ellos se acercó a su dueño y lo besó en el rostro, mas su dueño no se movió. El perro chilló tristemente y se echó a un lado, esperando a que el viejo despertara y le acariciara la cabeza. Los otros perros se alejaron sin volver la mirada atrás. En la plaza de la ciudad había una estatua de un héroe. El segundo de los perros se detuvo frente a ella, mirándola con temor reverencial, y comenzó a aullar con respeto. Los otros perros se alejaron. En el arco que indicaba la salida de la ciudad, un solado mató con su rifle al tercero de los perros. Al principio el perro lloraba, pero un par de horas después, dejó de sentir para siempre. Los otros perros se habían alejado corriendo, con las lenguas colgando a un lado del hocico. La noche era cada vez más fría, el cuarto perro comenzó a extrañar el lecho caliente donde dormía detrás del restaurante. Corrió a las llamas más próximas y murió achicharrado; los otros perros, horrorizados, contemplaban la escena, impotentes. Se echaron a dormir juntos para darse calor. Dos perros se levantaron y se marcharon, el quinto estaba congelado. Los dos perros solitarios sentían preocupación, y caminaban lentamente y en silencio. El sexto perro percibió el aroma de la carne y corrió y desapareció bajo el peso de un tanque. El último perro ni siquiera existía.

La máquina expendedora de libros
Estaba ahí, negra y orgullosa, como una máquina de refrescos.“Deposite una moneda de $10 y reciba un libro”. Pero no decía qué libro. Pensé en colocar mis diez pesos, pero entonces se me ocurrió que podría estar comprando un maldito libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que mi curiosidad ayudaría a que ese villano siguiera escribiendo libros para el control mental de las masas, y di la vuelta decidido a irme a otra parte.
¿Y si me diera un libro de Shakespeare o de Rulfo o de Kafka o de Mishima? No creo que un libro de ésos cueste diez pesos, pero la máquina tenía el logo del gobierno, así que podría tratarse de un programa para fomentar la lectura entre los habitantes de la ciudad. Aunque también podría ser un engaño para hacer crecer más la billetera de Poniatowska y de los dueños del nombre Monsiváis. En tal caso, se debería fomentar el leer menos.
No sabía qué hacer, todo era tan confuso, tan extraño. Una jodida máquina expendedora de libros en una calle vacía de una colonia popular. O tal vez se trataba de una broma, quizá de una instalación de algún artista de clase media sin talento. O quizá era real, quizá se trataba de una maldita máquina expendedora de libros.
Revisé mis bolsillos. Sí, traía una moneda de diez pesos. Podría depositarla y saciar mi curiosidad, pero entonces tendría que caminar de vuelta a casa. Y si me saliera un libro de Paulo Coelho o de Guadalupe Loaeza, no sé de qué sería capaz. Pero también podría haber algo valioso ahí dentro. Sólo había una forma de resolver aquel dilema: deposité mis únicos diez pesos en la ranura de la máquina, presioné el botón, escuché unos ruidos en el interior de la máquina, sonidos de mecanismos que despiertan de su letargo y se ponen a trabajar, y después la máquina regresó a su sueño tranquilo, sin darme nada.


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Redmini: Antologías de minificción (I-IX)

Portadas de antologías de minificción en http://www.redmini.net
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RedMini: Estudios sobre minificción. Hitos relevantes

Estudios sobre minificción: Hitos relevantes (partes I a la XII)
En: http://www.redmini.net/
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